viernes, 29 de junio de 2007

Cuando las pasiones aplastan a la razón

Fue una sucesión de errores trágicos. Matilda Crabtree, de catorce años, quiso hacerle una broma a su padre: salió de un armario dando un salto y gritando “¡Buuu!” mientras sus padres entraban en casa a la una de la mañana, después de visitar unos amigos.
Pero Boobby Crabtree y su esposa penaron que Matilda se quedaba esa noche en casa de unos amigos. Al oír ruidos mientras entraba en su casa, Crabtree buscó su pistola calibre 357 y entró en el dormitorio de Matilda para investigar. Cuando Matilda salió de un salto del armario, Crabtree le disparó al cuello.
Matilda Cabtree murió doce horas más tarde.
El asesinato de Matilda Crabtree: The New York Times, 11 de noviembre de 1994.
Un legado emocional de la evolución es el temor que nos mueve a proteger a nuestra familia del peligro; ese fue el impulso que empujó a Boobby Crabtree a buscar su arma y registrar la casa para encontrar al intruso que él creía que había entrado. El miedo llevó a Crabtree a disparar antes de darse cuenta se a dónde disparaba, incluso antes de reconocer la voz de su hija. Las reacciones automáticas de ese tipo han quedado grabadas en nuestro sistema nervioso, suponen los biólogos evolucionistas, porque durante un periodo prolongado y crucial de la prehistoria historia humana marcaron la diferencia entre supervivencia y muerte. Más importante aún, intervenían en la principal tarea de la evolución: ser capaz de dar a luz a una descendencia que presentaran estas predisposiciones genéticas… una triste ironía, teniendo en cuenta la tragedia que se produjo en el hogar de los Crabtree.
Daniel Goleman

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